
Lázaro Cárdenas. Un mexicano del siglo XX. Tomo 2. Ricardo Pérez Montfort. 2019.
Los años que definieron una vida y una idea de patria.
En este segundo tomo de Lázaro Cárdenas. Un mexicano del siglo XX, se relata el periodo central en la vida del General: los años de su sexenio (1934-1940) y de su encargo como secretario de la Defensa Nacional durante la Segunda Guerra Mundial. Con una prosa rigurosa y ágil, Ricardo Pérez Montfort desmonta mitos del michoacano, de la Expropiación Petrolera, de su visión de la política y de su existencia tras Los Pinos. Este tomo II de la biografía más documentada de Cárdenas del Río presenta las coordenadas imprescindibles para entender el México de hoy, sus luchas y sus contradicciones.
...continuó su recorrido hasta San Luis de la Paz y de ahí hasta el Derramadero de Charcas, en donde se llevó a cabo un jaripeo y se les ofreció una comida con las fuerzas vivas de la localidad. La fiesta se alargó y hasta las 12 de la noche el candidato y sus acompañantes regresaron a San Luis de la Paz.
Siempre he querido que los campesinos y obreros organizados tengan el poder en sus manos... con la cooperación de la mujer y la juventud.
Creo que en las cooperativas de consumo y de producción descansa el porvenir del país.
Capítulo I. En el camino a la presidencia de la República.
Tras tomar protesta como candidato en Querétaro, Lázaro Cárdenas tomó un tren a SLP, donde dio inicio su gira de propaganda el 9 de diciembre de 1933. Visita a Saturnino Cedillo, quien junto a Cárdenas, Tejeda y Graciano Sánchez, había fundado la Confederación Campesina Mexicana (CCM) sólo 6 meses atrás. En Michoacán el gobernador Benigno Serrato se empeñaba en desmantelar la obra de Cárdenas, eliminando líderes campesinos y devolviendo latifundios a sus antiguos propietarios. Pasaría el general a Aguascalientes y de ahí al Bajío. El gobernador de Guanajuato, Melchor Ortega, acompañó al candidato. Ortega había sido presidente del PRN y jugó en contra de Cárdenas apoyando a Manuel Pérez Treviño. Cárdenas mantendría a ambos en la mira. Continúa la gira en Michoacán, donde el general pasó las fiestas de fin de año. Participó en el 5° Congreso Estatal de la CMRT. Ni a Serratos, ni al propio Calles les convenía que él mismo tuviera una base política y social consolidada y fortalecida. La gira era una plataforma privilegiada para percibir lo que unía, lo que distanciaba y lo que confrontaba a los hombres del poder con las bases del país.
El General resumía sus impresiones para cada entidad, anotando las necesidades, las dotaciones de tierra y cómo se harían. Identificaba los conflictos sociales causados por la ignorancia, el fanatismo religioso, la segregación y el abuso de poder. En término de votos, los resultados de la gira fueron bastante magros, pero sirvió como ejercicio de ordenamiento de prioridades y de diagnóstico de necesidades, y permitió a Cárdenas articular las ideas que lo convertirían en un político radical y convencido del cambio socialista. Convencido de que el estado debía jugar un papel fundamental en la organización obrera, campesina y en el campo educativo.
Cárdenas describió a México como un "mosaico de criterios", donde no existía unidad en las políticas públicas, ni en el agro, la educación, la salud o el cooperativismo. Criticó la falta de funcionarios con personalidad definida y capacidad de acción, reflejando su mentalidad de militar disciplinado. Aunque sus declaraciones iniciales fueron contundentes, con el tiempo suavizó su tono para evitar confrontaciones innecesarias.
El centro
Su campaña comenzó de manera caótica. En San Luis Potosí, Cedillo estaba enfermo, lo que restó fuerza al primer mitin. Además, un conflicto en Michoacán —su estado natal— distrajo su atención: la Confederación Michoacana Revolucionaria de Trabajadores (CMRT) enfrentaba represión del gobernador Benigno Serrato, quien favorecía a los terratenientes. Cárdenas intervino para apoyar a los trabajadores, pero el conflicto evidenció la complejidad de implementar reformas agrarias en un contexto de resistencia política y violencia.
En Aguascalientes, Cárdenas fue recibido con entusiasmo, especialmente durante la Feria de San Marcos, donde se mezclaron actos políticos con celebraciones populares. Sin embargo, en Guanajuato, la recepción fue más fría. El 12 de diciembre, día de la Virgen de Guadalupe, la mayoría de la población estaba en misa, y los industriales acapararon su atención. En León, la falta de interés de los campesinos y obreros en su candidatura contrastó con el apoyo de los empresarios, lo que reflejaba la desconexión entre las élites y las bases populares. Cárdenas intentó conectar con los mineros de La Valenciana, pero el tiempo fue limitado. En Dolores Hidalgo, la manifestación frente a la catedral fue multitudinaria, pero en San Luis de la Paz, la fiesta local opacó el acto político. Estos encuentros mostraron la diversidad de intereses regionales y la dificultad de movilizar a una población desorganizada y, en muchos casos, indiferente. Al llegar a la Sierra Gorda, la comitiva se vio obligada a regresar a San Luis de la Paz debido a la falta de infraestructura. Este episodio simbolizó los desafíos logísticos de un país con regiones aisladas y olvidadas.
De regreso a Michoacán, Cárdenas enfrentó la división interna de la CMRT, promovida por el gobernador Benigno Serrato, quien desmantelaba las estructuras agrarias construidas durante su propia gestión. En el 5º Congreso Estatal de la CMRT en Morelia, los serratistas abuchearon a Cárdenas, evidenciando la pérdida de influencia del cardenismo en su estado natal. A pesar de los conflictos, Cárdenas insistió en la unidad campesina y la educación cooperativista como pilares de su proyecto. Su visita a Jiquilpan, su tierra natal, fue emotiva, pero incluso allí, los curas locales intentaron boicotear sus actos.
El sur
En Tabasco, Cárdenas encontró un aliado clave: el gobernador Tomás Garrido Canabal, conocido por su radicalismo anticlerical y su proyecto de educación racionalista. Garrido había convertido al estado en un modelo de reforma agraria y desfanatización, con escuelas laicas y cooperativas agrícolas. Cárdenas quedó impresionado y declaró: "Habría que tabasqueñizar a todo México". La visita incluyó un recibimiento multitudinario con los Camisas Rojas (jóvenes organizados por Garrido) y demostraciones de apoyo popular. Garrido Canabal se consolidó como un futuro miembro de su gabinete.
En Chiapas, Cárdenas observó la explotación de los indígenas, especialmente en San Juan Chamula, donde los nativos eran tratados como bestias de carga. Criticó la falta de escuelas y la indiferencia de las autoridades locales, como el gobernador Victórico Grajales.
En Yucatán, aunque admiró la organización de los Camisas Rojas, notó la resistencia de la élite política a las reformas agrarias. El gobernador César Alayola Barrera se opuso a repartir tierras a los campesinos mayas, lo que generó tensiones.
En Oaxaca, Cárdenas recorrió comunidades indígenas y criticó el pago de tributos y el fanatismo religioso. Visitó Yanhuitlán, donde una campana dañada simbolizaba los conflictos entre mixtecos y zapotecos, azuzados por el clero. Su discurso sobre unidad y organización campesina fue recibido con entusiasmo, pero también evidenció la profunda desigualdad en la región.
El norte
En Sonora, el gobernador Rodolfo Elías Calles (hijo de Plutarco Elías Calles) había expulsado a los sacerdotes y promovido una cultura revolucionaria anticlerical. Cárdenas apoyó estas medidas, pero también observó la explotación de los indígenas yaquis por parte de terratenientes. Prometió restituir sus tierras, cumpliendo su palabra en 1937.
En Baja California, notó la dependencia económica de Estados Unidos y la explotación laboral en los valles agrícolas. Criticó la corrupción y los centros de vicio, como casinos y burdeles, que proliferaban en la frontera.
En Chihuahua, visitó Parral y Ciudad Obregón, recordando su pasado como militar. El gobernador Rodrigo M. Quevedo, aliado de Calles, lo recibió con honores, pero Cárdenas observó la falta de reparto agrario y la explotación minera por empresas extranjeras.
En Coahuila, se reunió con Saturnino Cedillo en su rancho Las Palomas, un modelo de colonias agromilitares. Aunque Cedillo era un aliado, Cárdenas desconfiaba de su autoritarismo y su oposición a la tenencia colectiva de la tierra.
En Tamaulipas, el gobernador Rafael Villarreal no causó buena impresión. La inestabilidad política y los conflictos con Emilio Portes Gil preocupaban a Cárdenas.
En Nuevo León, la élite industrial mostró resistencia a sus propuestas. Aunque fue recibido con cortesía, la desconfianza era palpable.
El Regreso a la Ciudad de México
El 21 de abril de 1934, Cárdenas regresó a la Ciudad de México, donde lo esperaba su esposa, Amalia Solórzano, embarazada de siete meses. Aunque la vida pública no incluía a las mujeres, Amalia manejó la ausencia de su esposo con el apoyo de su familia y amigas, como Soledad Orozco, esposa de Manuel Ávila Camacho.
El 1º de mayo, Cárdenas participó en la tradicional marcha obrera, insistiendo en la organización cooperativa como solución a los problemas laborales. Ese mismo día, Amalia dio a luz a su hijo, Cuauhtémoc, en medio de la campaña. Cárdenas, ocupado, delegó el registro del niño a su hermano Alberto y a Francisco J. Múgica, quien olvidó incluir el nombre "Lázaro" en el acta.
El 1º de julio de 1934, Cárdenas ganó las elecciones con más de 2.2 millones de votos, una mayoría abrumadora. Sin embargo, la participación fue baja (14%), y las elecciones estuvieron marcadas por irregularidades. Su campaña no solo fue un ejercicio de proselitismo, sino un diagnóstico nacional. Identificó:
- La necesidad de reformas agrarias y educativas.
- La corrupción y la falta de unidad en el PNR.
- Los conflictos entre élites y bases populares.
- La explotación de indígenas y trabajadores por parte de caciques y empresas extranjeras.
Las giras de Cárdenas sentaron las bases de su presidencia (1934–1940). Su enfoque en:
- La justicia social (reparto agrario, derechos laborales).
- La educación laica y cooperativista.
- La unidad nacional (combate al fanatismo religioso y regionalismo).
- La soberanía económica (nacionalización de recursos, apoyo a cooperativas).
Aunque enfrentó resistencias (de la Iglesia, terratenientes, y hasta de aliados como Calles), su campaña demostró su capacidad para escuchar, diagnosticar y proponer soluciones. Su presidencia sería recordada como una de las más transformadoras en la historia de México, donde el socialismo, el nacionalismo y la justicia social se convirtieron en pilares del Estado posrevolucionario.
Capítulo II. Lázaro Cárdenas, presidente de México 1934-1937.
Los primeros zafarranchos.
El 30 de noviembre de 1934, el general Lázaro Cárdenas asumió la presidencia de México en el Estadio Nacional, marcando un contraste con sus predecesores al vestir un saco cruzado en lugar del tradicional frac. Aunque su llegada al poder fue recibida con escepticismo —tanto por la élite política como por la población—, Cárdenas representaba una nueva generación de revolucionarios que buscaba consolidar las promesas de la Revolución Mexicana. Sin embargo, su cercanía con el general Plutarco Elías Calles, líder del Partido Nacional Revolucionario (PNR), generaba desconfianza. Muchos veían en él a otro político más del sistema corrupto y clientelar que dominaba el país.
Cárdenas formó su primer gabinete con una mezcla de leales a Calles y figuras cercanas a su visión reformista. Entre los primeros destacaban:
- Tomás Garrido Canabal (Agricultura), conocido por su radicalismo anticlerical.
- Juan de Dios Bojórquez (Gobernación), operador político de Calles.
- Rodolfo Elías Calles (Comunicaciones), hijo del Jefe Máximo.
Sin embargo, también incluyó a aliados personales como:
- Francisco J. Múgica (Economía), un revolucionario con ideas socialistas.
- Ignacio García Téllez (Educación), quien impulsaría la educación socialista.
Este equilibrio inicial reflejaba la tensión entre continuidad y cambio, pero pronto Cárdenas demostró que su proyecto iba más allá del callismo. El primer desafío interno surgió con Tomás Garrido Canabal, cuyo grupo de Camisas Rojas protagonizó violentos enfrentamientos con católicos. El 30 de diciembre de 1934, un zafarrancho en Coyoacán dejó 13 muertos (12 católicos y un garridista). Cárdenas, aunque admiraba el proyecto social de Garrido, lo reprendió y le pidió moderación. El conflicto evidenció la fragilidad de la alianza entre el presidente y los radicales de su gabinete. El gobierno también encarceló al arzobispo Pascual Díaz Barreto por violar las leyes de culto, generando protestas internacionales. Cárdenas logró manejar la crisis diplomáticamente, pero el anticlericalismo seguía siendo un tema explosivo.
A mediados de 1935, Cárdenas comprobó que varios miembros de su gabinete respondían más a Calles que a él. El 17 de junio, tras un intento de Calles de seguir influyendo en la política, Cárdenas reestructuró su gabinete, reemplazando a los callistas por figuras más cercanas a su proyecto. Entre los cambios clave:
- Silvano Barba González pasó a Gobernación.
- Francisco J. Múgica asumió Comunicaciones.
- Saturnino Cedillo (un aliado clave) entró a Agricultura.
Calles, molesto, intentó desestabilizar al gobierno, pero Cárdenas lo expulsó del país en abril de 1936, junto con otros opositores como Luis Napoleón Morones y Melchor Ortega. Este acto marcó el fin de la hegemonía callista y consolidó el presidencialismo cardenista. Los primeros meses de 1935 estuvieron marcados por una ola de huelgas (petroleros, ferrocarrileros, electricistas) que paralizaron al país. La élite política y empresarial culpó a Cárdenas de falta de control, pero él defendió los derechos obreros, argumentando que las protestas eran consecuencia de la explotación capitalista. En Monterrey, un conflicto entre patrones y sindicatos llevó a Cárdenas a intervenir directamente. Allí, el 10 de febrero de 1936, presentó sus 14 puntos sobre la relación obrero-patronal, afirmando que "el gobierno es el árbitro de la vida social". Este documento sentó las bases para la Confederación de Trabajadores de México (CTM), creada ese mismo año bajo el liderazgo de Vicente Lombardo Toledano.
La CTM se convirtió en la columna vertebral del proyecto cardenista, agrupando a más de 200,000 trabajadores. Aunque Lombardo Toledano era un marxista declarado, Cárdenas logró mantener un equilibrio entre las demandas obreras y la estabilidad económica. Sin embargo, la violencia seguía presente: en San Felipe Torres Mochas (Guanajuato), fanáticos católicos atacaron a maestros de una misión cultural, dejando 18 muertos. Cárdenas culpó al clero y expulsó a los curas responsables.
El campo y el trabajo.
El reparto de tierras fue el sello distintivo del cardenismo. Entre 1936 y 1937, se distribuyeron 7.5 millones de hectáreas, destruyendo el poder de los latifundistas. Los casos más emblemáticos fueron:
- La Laguna (Coahuila/Durango): Expropiación de tierras a terratenientes extranjeros.
- Yucatán: Reparto del 80% de las plantaciones henequeneras a campesinos mayas.
- Valle del Yaqui (Sonora): Restitución de tierras a comunidades yaquis.
Aunque algunos repartos generaron caos productivo (como en Yucatán), la reforma agraria fortaleció al Estado y dio dignidad a millones de campesinos. Cárdenas impulsó una política indigenista sin precedentes, creando el Departamento Autónomo de Asuntos Indígenas (DAAI). Su objetivo era integrar a las comunidades indígenas sin perder su identidad. Su famosa frase —"Mexicanizar al indio, no indianizar a México"— resumía su visión: justicia social sin asimilación forzada:
- Congresos indígenas (como el de Pátzcuaro, 1940).
- Escuelas vocacionales para enseñar oficios.
- Restitución de tierras y combate al alcoholismo.
La educación socialista (impuesta en 1934) buscaba formar ciudadanos críticos, con énfasis en:
- Cooperativismo y rechazo al capitalismo.
- Laicismo y combate al fanatismo religioso.
- Nacionalismo cultural (exaltación de lo indígena y lo popular).
Aunque generó resistencia en sectores conservadores, sentó las bases de un nuevo imaginario mexicano, reflejado en el arte (muralismo de Diego Rivera), el cine ("Allá en el Rancho Grande") y la literatura (Samuel Ramos).
En sus primeros tres años, Cárdenas logró:
- Romper con Calles y consolidar un gobierno autónomo.
- Organizar a obreros y campesinos bajo estructuras estatales (CTM, ejidos).
- Impulsar una reforma agraria sin precedentes.
- Modernizar la educación con un enfoque social.
Sin embargo, los desafíos persistían: inflación, resistencia de las élites y conflictos internos en su propio partido. Aún así, su presidencia ya se perfilaba como la más transformadora del México posrevolucionario.
Los primeros años de Cárdenas fueron un torbellino de cambios: desde la expulsión de Calles hasta la creación de la CTM, pasando por el reparto masivo de tierras. Su gobierno no solo redefinió el papel del Estado, sino que también dignificó a las clases populares, sentando las bases de un México más justo y soberano. Aunque enfrentaría nuevos desafíos (como la expropiación petrolera en 1938), su legado como "presidente del pueblo" ya estaba en marcha.
Capítulo III. Lázaro Cárdenas, presidente de México 1938-1940.
El 18 de marzo de 1938, el presidente Lázaro Cárdenas decretó la expropiación de 16 compañías petroleras extranjeras (estadounidenses, británicas y danesas), devolviendo a México el control de sus recursos naturales. Este acto, el más emblemático de su gobierno, surgió tras años de conflictos laborales y la negativa de las empresas a cumplir con un laudo que ordenaba pagar 26 millones de pesos en deudas salariales a los trabajadores del Sindicato de Trabajadores Petroleros (STPRM).
La decisión, redactada en secreto por el general Francisco J. Múgica, se anunció por radio en cadena nacional, generando un apoyo popular masivo. El 23 de marzo, más de 250,000 personas se congregaron en el Zócalo de la Ciudad de México para respaldar al gobierno. La colecta nacional para pagar la deuda petrolera —organizada por el Comité de Damas Pro-Recuperación Económica— simbolizó la unidad nacional, con donaciones que iban desde gallinas y aretes hasta anillos de boda.
Aunque el decreto generó tensiones diplomáticas (Reino Unido y EE.UU. amenazaron con sanciones) y desafíos económicos (boicot de refacciones y escasez de combustible), la medida se convirtió en un símbolo de soberanía. La cultura popular reflejó este orgullo: se compusieron corridos, se organizaron obras de teatro masivas (como "El petróleo", con 1,000 actores en el Estadio Nacional), y hasta los mariachis recaudaron fondos en las calles.
El episodio también marcó la reorganización política: el PNR se transformó en el PRM (Partido de la Revolución Mexicana), estructurado por sectores (obrero, campesino, popular y militar). Sin embargo, la rebelión de Saturnino Cedillo (mayo 1938) intentó desestabilizar al gobierno, aunque fue sofocada.
Refugio.
Durante el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934–1940), México vivió una apertura internacional sin precedentes. La prensa nacional comenzó a cubrir eventos globales con mayor profundidad: desde el New Deal de Roosevelt hasta el ascenso del nazismo, la Guerra Civil Española y los conflictos en Asia. Esta nueva conciencia global se vio reforzada por la participación de México en la Liga de las Naciones.
La política exterior cardenista fue coherente con su proyecto interno: condenó la invasión italiana a Etiopía, el expansionismo japonés en China y, especialmente, apoyó a la República Española contra el franquismo. México envió armamento y ayuda humanitaria, mientras que en el ámbito diplomático defendió los principios de no intervención y la Doctrina Estrada. Sin embargo, la sociedad mexicana se dividió: mientras el gobierno y los intelectuales respaldaban a la República, sectores conservadores y la Falange Española en México (fundada en 1937) simpatizaban con Franco, acusando al cardenismo de promover el "comunismo".
El exilio español (1939) marcó un punto de inflexión. México recibió a miles de refugiados—intelectuales, artistas, científicos y obreros—, quienes enriquecieron la vida cultural y académica del país. Figuras como Félix Gordón Ordás (embajador republicano) o León Trotsky (asilado en 1937) encontraron refugio, aunque no sin polémicas: Trotsky fue asesinado en 1940 por un agente estalinista. La llegada de estos migrantes reforzó el debate sobre la identidad mexicana, tensionando las visiones entre hispanistas (conservadores) e indigenistas (progresistas).
En el plano internacional, Cárdenas mantuvo una relación ambivalente con EE.UU.: aunque la expropiación petrolera (1938) generó tensiones, la política del "Buen Vecino" de Roosevelt evitó un conflicto mayor. El embajador Josephus Daniels destacó la sintonía entre el New Deal y el cardenismo, ambos enfocados en la justicia social y la redistribución de la riqueza.
Propaganda, cultura y representaciones.
Durante el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934–1940), el Departamento Autónomo de Prensa y Propaganda (DAPP), dirigido por Agustín Arroyo Cházaro, se convirtió en el principal instrumento para redefinir la imagen de México ante el mundo. Su objetivo era superar los estereotipos—como la violencia revolucionaria o el anticlericalismo radical—y presentar al país como una nación en transición, equilibrando su pasado prehispánico, su presente contradictorio y su futuro modernizador.
El DAPP actuó en múltiples frentes: exposiciones internacionales, cine, radio y publicaciones, buscando homogeneizar la percepción de México. Sin embargo, la prensa estadounidense—influenciada por intereses corporativos afectados por reformas como la expropiación petrolera—distorsionó esta imagen. Periodistas como Frank Kluckhohn (expulsado en 1938 por sus artículos despectivos) o Arthur Krok (del New York Times), acusaron al gobierno cardenista de corrupción, ineficiencia y conspiraciones nazifascistas, alimentando el sensacionalismo y el prejuicio.
A pesar de esto, algunos intelectuales y artistas estadounidenses—como Carleton Beals, Nathaniel y Sylvia Weyl, o Waldo Frank—reconocieron los avances del cardenismo. Frank, por ejemplo, describió a Cárdenas como un líder cercano al pueblo, que recorría el país sin guardaespaldas, escuchando demandas sociales. Otros, como Silvestre Revueltas (compositor) o Paul Strand (fotógrafo), colaboraron en proyectos culturales que reivindicaban lo mexicano, aunque con tensiones. Strand, tras filmar Redes (1934)—una obra maestra del cine social con música de Revueltas—abandonó México desilusionado, pero su película se convirtió en un símbolo del compromiso artístico con las causas populares.
El DAPP también promovió exposiciones internacionales, como el pabellón mexicano en la Feria Mundial de Nueva York (1939–1940) y la muestra "Veinte Siglos de Arte Mexicano" en el MoMA, donde figuras como Fernando Gamboa (curador) y Justino Fernández (crítico) buscaron equilibrar tradición y modernidad. Estas iniciativas, aunque a veces caóticas, sentaron las bases para una diplomacia cultural que perduraría décadas.
En el ámbito artístico, el régimen cardenista patrocinó muralistas como Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, aunque con conflictos. Orozco, preferido por Cárdenas, decoró espacios públicos con obras que criticaban el poder, mientras Siqueiros, más radical, se vio envuelto en polémicas, como su atentado contra Trotsky (1940). La Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) aglutinó a creadores comprometidos con el antifascismo y la justicia social, organizando eventos como el Segundo Congreso Internacional de Escritores Antifascistas (1937) en España.
La música también reflejó esta dualidad. Carlos Chávez, director de la Orquesta Sinfónica Nacional, promovió un nacionalismo musical que fusionaba lo indígena y lo moderno, aunque su relación con el gobierno fue ambivalente. En cambio, Silvestre Revueltas, con obras como la suite de Redes o Sensemayá, encapsuló el espíritu rebelde y popular del México cardenista, aunque murió en 1940, en la pobreza y el olvido institucional.
En la música popular, el bolero (Agustín Lara) y el mariachi convivieron con el jazz y la rumba, reflejando una sociedad en transformación urbana. La radio y el cine—con figuras como Pedro Infante o Jorge Negrete en ascenso—consolidaron una cultura de masas que, aunque comercial, también democratizó el arte.
Las derechas mexicanas y la sucesión.
A finales de los años treinta, México vivía una polarización política extrema. Mientras el mundo se sumergía en la Segunda Guerra Mundial (tras la invasión alemana a Polonia en septiembre de 1939), en el país surgían movimientos de derecha radical que desafiaban el proyecto revolucionario de Lázaro Cárdenas. El más destacado fue la Unión Nacional Sinarquista (UNS), fundada en 1937 en León, Guanajuato, por jóvenes católicos, terratenientes y pequeños burgueses. Con un discurso anticomunista, antijudío, antimasón y antiyanqui, y una estética inspirada en el fascismo europeo (uniformes azules, saludo militarizado y simbolismo nacionalista), la UNS llegó a agrupar entre 200,000 y 300,000 miembros en 1940, convirtiéndose en la principal fuerza opositora al cardenismo.
Paralelamente, el Partido Acción Nacional (PAN), fundado en 1939 por Manuel Gómez Morín, representaba a la burguesía católica y conservadora, criticando el centralismo estatal y la reforma agraria. Aunque menos radical que los sinarquistas, el PAN capitalizó el descontento de las clases medias urbanas y los empresarios, acusando al gobierno de ineficiencia y autoritarismo. La inflación y el desabastecimiento afectaron especialmente a las clases trabajadoras y medias, mientras la opposición (sinarquistas, PAN, exrevolucionarios descontentos) ganaba terreno. Incluso antiguos aliados de Cárdenas, como Antonio Díaz Soto y Gama, se volvieron críticos, acusando al gobierno de colectivismo forzado.
Para 1939, el gobierno de Cárdenas enfrentaba una crisis económica agravada por:
- Las consecuencias de la expropiación petrolera (1938): boicot comercial, fuga de capitales y deuda externa.
- La caída en la producción agrícola por sequías y conflictos sociales.
- La desaceleración del reparto agrario: de 500,000 hectáreas anuales (1936–1938) a solo 50,000 en 1939–1940.
- El control sindical por parte de la CTM, que limitó las huelgas y generó descontento obrero.
La elección de 1940 se convirtió en un punto de inflexión. Cuatro figuras militares emergieron como candidatos:
- Francisco J. Múgica: Representaba el ala radical del cardenismo, con apoyo de sectores obreros y campesinos. Su candidatura fue saboteada por gobernadores y senadores, que temían su intransigencia.
- Juan Andrew Almazán: Exrevolucionario con vínculos empresariales, se presentó como anticomunista y pro-pequeña propiedad. Su campaña atrajo a clases medias urbanas y militares descontentos, pero su alianza con la derecha lo marcó como reaccionario.
- Rafael Sánchez Tapia: Candidato independiente sin apoyo real.
- Manuel Ávila Camacho: Ministro de Guerra y amigo cercano de Cárdenas, representaba la moderación. Con el respaldo de la CTM, la CNC y la mayoría de los gobernadores, fue impuesto como candidato oficial del PRM en febrero de 1940.
Múgica, tras ser marginado, renunció a la candidatura en julio de 1939, denunciando manipulación y falta de democracia dentro del PRM. Almazán, por su parte, se lanzó como candidato opositor bajo el lema "Unidad Nacional", pero su discurso antigubernamental y sus vínculos con la derecha empresarial lo aislaron.
Las elecciones del 7 de julio de 1940 estuvieron marcadas por:
- Fraude: Manipulación de urnas, intimidación a votantes y violencia (30 muertos y 158 heridos).
- Represión: Grupos armados vinculados al PRM (como los "gargaleotes" de Gonzalo N. Santos) asaltaron casillas.
- Oficialismo: Ávila Camacho obtuvo 2.5 millones de votos (85%), frente a los 151,000 de Almazán (5%). La oposición denunció el fraude y amenazó con una rebelión, pero el movimiento se desvaneció por falta de liderazgo y apoyo militar.
En su último informe presidencial (1º de septiembre de 1940), Cárdenas defendió su gestión: "Cancelé privilegios y distribuí la riqueza. Serví al pueblo necesitado." Sin embargo, el país entraba en una nueva fase. Ávila Camacho (1940–1946) representaba un giro hacia la moderación: menos radicalismo agrario, mayor apertura a la inversión privada y alineamiento con EE.UU. (en el contexto de la Segunda Guerra Mundial). El PRM se consolidó como máquina electoral, pero perdió su carácter revolucionario. La oposición conservadora quedó marginada, pero sentó bases para el futuro.
Cárdenas se retiró a la vida privada, aunque siguió siendo un símbolo del nacionalismo. Su gobierno había transformado a México con reformas sociales sin precedentes, pero también dejó divisiones profundas. La expropiación petrolera, el reparto agrario y el asilo a republicanos españoles lo convirtieron en una figura mítica, mientras que el fraude de 1940 marcó el inicio de un sistema político más controlado y menos participativo. Como escribió en sus Apuntes al dejar el poder: "Me retiro satisfecho, pero alejado de la política. Mi país ya no es el mismo." México entraba en la era de la "Unidad Nacional", donde el desarrollo económico y la estabilidad primarían sobre el cambio social radical.
Capítulo IV. Los años de la Segunda Guerra Mundial 1941-1945.
Las primeras andanzas del expresidente.
Tras dejar la presidencia en 1940, Lázaro Cárdenas buscó alejarse de la política y reencontrarse con su familia y sus raíces en Michoacán. Junto a su esposa Amalia Solórzano y sus hijos Alicia (20 años) y Cuauhtémoc (7), se estableció en Jiquilpan, su pueblo natal, donde adaptó su casa para recibir a familiares, aliados políticos y paisanos. Sin embargo, los ataques a su legado y los conflictos políticos del nuevo gobierno de Manuel Ávila Camacho lo mantuvieron vinculado a la escena pública.
Cárdenas observó con preocupación cómo el gobierno de Ávila Camacho comenzó a revertir algunas de sus reformas:
- Laicisismo: El gobernador de Puebla, Gonzalo Bautista, promovió cambios en el Artículo 3º constitucional para reducir el enfoque socialista en las escuelas, algo que Cárdenas interpretó como un avance del clero y una traición a los principios revolucionarios.
- Sinarquismo: La Unión Nacional Sinarquista (UNS), mostró fuerza en 1941 con manifestaciones masivas en Morelia (20,000 miembros) y León (40,000). Aunque el gobierno intentó neutralizarlos enviándolos a colonizar Baja California Sur (colonia María Auxiliadora), el proyecto fracasó por las condiciones extremas del desierto y las divisiones internas del movimiento.
- Conflictos laborales: En septiembre de 1941, un enfrentamiento entre obreros y militares en la Fábrica de Materiales de Guerra dejó varios muertos. Cárdenas criticó la represión y defendió a los trabajadores, recordando su propio legado de apoyo a las milicias obreras (1938–1940), que habían generado tensiones con el ejército.
Aunque Cárdenas había expulsado a Calles en 1936 por su oposición a sus reformas, tras el regreso del "Jefe Máximo" en 1941, ambos mantuvieron una relación cordial. En 1942, durante un banquete militar, se saludaron con respeto, y en la ceremonia de la Unidad Nacional (1942), donde seis expresidentes se reunieron en Palacio Nacional, Cárdenas anotó: "Nos saludamos con cordialidad, como si no hubiéramos sido factores de acontecimientos que nos distanciaron." Esta reconciliación simbólica mostró que, pese a sus diferencias, ambos eran pilares del sistema posrevolucionario. Calles murió en 1945, y Cárdenas reconoció su legado histórico, aunque reafirmó que su expulsión había sido "necesaria para el país".
Lejos del poder, Cárdenas se dedicó al desarrollo regional en Michoacán:
- Promovió la carretera Uruapan-Zihuatanejo para conectar la Sierra Tarasca con la costa del Pacífico, recorriendo la zona en 1941 para evaluar su viabilidad.
- Visitó su rancho Galeana (Tierra Caliente), donde experimentó con ganadería y agricultura, y disfrutó de la vida rural junto a su familia.
- En Pátzcuaro, remodeló su quinta Eréndira, incorporando murales de Fermín Revueltas y Roberto Cueva del Río que celebraban la historia michoacana (como las figuras de Vasco de Quiroga y José María Morelos).
En sus Apuntes, describió con cariño la vida cotidiana con Amalia y sus hijos. En su 9º aniversario de bodas (septiembre de 1941), escribió: "Amalia ha sido una esposa inteligente y cariñosa, sin exigencias. Nuestra vida, ya sea en la ciudad o el campo, la lleva con alegría. Cuauhtémoc es un gran estímulo para ella." La familia pasó temporadas en Tierra Caliente, donde Cárdenas enseñó a Cuauhtémoc a montar a caballo y disfrutó de la tranquilidad campesina.
Cárdenas siguió de cerca los acuerdos petroleros entre México y EE.UU. (1941–1942). Cuando se discutió una ley para permitir sociedades mixtas (públicas y privadas) en la explotación petrolera, se opuso firmemente, argumentando que esto contradecía el espíritu de la expropiación (1938). En sus Apuntes, reflexionó: "Ojalá el presidente Ávila Camacho tenga la firmeza para no retroceder en un asunto que tanto costó a la nación."
Este equilibrio entre lo íntimo y lo público definiría sus años posteriores, donde combinaría su vida familiar con una vigilancia constante sobre el rumbo de México.
Comandante del Pacífico.
El 7 de diciembre de 1941, mientras se encontraba en Jiquilpan, Lázaro Cárdenas supo del ataque japonés a Pearl Harbor. Al día siguiente, tras la declaración de guerra de EE.UU., se puso a disposición del presidente Manuel Ávila Camacho, quien lo nombró comandante de la Región Militar del Pacífico (desde Baja California hasta Chiapas), una zona estratégica pero desprotegida y vulnerable a incursiones extranjeras. Su misión: fortalecer la soberanía nacional en un contexto donde México aún mantenía neutralidad, pero colaboraba con los Aliados.
Cárdenas llegó a Ensenada en diciembre de 1941, donde estableció su cuartel en el Hotel Playa (antes un lujoso casino, clausurado en 1938). Desde el inicio, enfrentó dos problemas críticos:
- Falta de recursos militares: El ejército mexicano en la región contaba con equipamiento obsoleto, escasez de combustible y logística deficiente. En su primer informe a Ávila Camacho (enero 1942), destacó la urgencia de modernizar las fuerzas, pero subrayó: "México debe patrullar sus costas con personal nacional, sin depender de EE.UU.".
- Incursiones estadounidenses no autorizadas: En diciembre de 1941, un contingente de 30 militares estadounidenses (supuestamente "desarmados") penetró en Baja California bajo el pretexto de "vigilancia antisabotaje". Cárdenas los detuvo y exigió su retirada, generando un conflicto diplomático. Aunque el general John De Witt (comandante de la Defensa Occidental de EE.UU.) propuso un plan de colaboración militar, Cárdenas insistió en que México no cediera soberanía. Tras tensas negociaciones, se acordó que:
- Las bases aéreas y radares se construirían con personal mexicano, pero con asesoría técnica estadounidense.
- EE.UU. proporcionaría equipamiento (aviones, tanques, radares) bajo la Ley de Préstamos y Arrendamientos.
El 13 de mayo de 1942, el barco petrolero mexicano Potrero del Llano fue torpedeado por un submarino alemán frente a las costas de Florida, muriendo 14 marinos. Este ataque —junto al hundimiento del Faja de Oro una semana después— indignó a la opinión pública. Aunque Cárdenas advirtió a Ávila Camacho sobre los riesgos de declarar la guerra (México carecía de capacidad bélica), el presidente cedió a la presión y el 22 de mayo de 1942, México declaró la guerra al Eje.
Durante su gestión como comandante del Pacífico (diciembre 1941–septiembre 1942), Cárdenas logró:
- Reorganizar las fuerzas armadas: Impulsó la construcción de bases aéreas (Ensenada, La Paz) y la capacitación de técnicos mexicanos en radares.
- Negociar con firmeza: Aunque aceptó colaboración técnica de EE.UU., evitó que México se convirtiera en un protectorado militar.
- Priorizar la unidad nacional: Promovió campañas cívicas para preparar a la población ante posibles ataques, combinando defensa militar con cohesión social.
En septiembre de 1942, Ávila Camacho lo nombró secretario de la Defensa Nacional, cargo que asumió con la misión de modernizar el ejército para la posguerra. Antes, en agosto, realizó un último recorrido por el Istmo de Tehuantepec y Acapulco, donde supervisó proyectos estratégicos (como el aeródromo de Ixtepec) y constató el abandono de regiones clave. Su familia —Amalia, Alicia y Cuauhtémoc— lo acompañó en estos viajes, aunque la tensión bélica marcó su vida durante esos meses.
Cárdenas dejó un ejército más preparado, pero también una advertencia: la dependencia de EE.UU. no debía comprometer la autonomía de México. Su gestión en el Pacífico fue un ejemplo de equilibrio entre colaboración internacional y defensa de la soberanía, en un momento donde el país transitaba de la neutralidad a la guerra.
Secretario de la Defensa Nacional.
En septiembre de 1942, Lázaro Cárdenas asumió la Secretaría de la Defensa Nacional, un cargo clave en plena Segunda Guerra Mundial. Su gestión se centró en modernizar el ejército mexicano, fortalecer la alianza con EE.UU. (que proporcionó armamento y entrenamiento) y preparar a México para un posible conflicto internacional. El desfile militar del 16 de septiembre de 1942 —con tanques, artillería y aviones estadounidenses— marcó un punto de inflexión: mostró un ejército renovado, aunque aún con desafíos logísticos, como la falta de infraestructura para albergar a los 80,000 conscriptos reclutados en 1943.
Cárdenas impulsó reformas clave:
- Reorganización de mandos: Nombró al general Joaquín Amaro en el Istmo de Tehuantepec y al general Francisco L. Urquizo como subsecretario, figura clave para documentar la transformación del ejército.
- Entrenamiento y equipamiento: Gracias al Ley de Préstamos y Arrendamientos (EE.UU.), México recibió armamento moderno, desde tanques hasta aviones. Sin embargo, persistían problemas de logística: los soldados dormían en el suelo y dependían de "soldaderas" para su manutención.
- Propaganda y unidad nacional: Se promovió la integración civil-militar mediante campañas mediáticas, como el cortometraje ¡Extra! (1943), que mostraba a familias acogiendo conscriptos para humanizar la imagen del ejército.
A pesar de los avances, Cárdenas se opuso al envío de tropas mexicanas al extranjero, argumentando que el ejército no estaba listo. Sin embargo, en 1944, bajo presión de EE.UU., México envió el Escuadrón 201 (300 pilotos) a entrenarse en Texas, quienes combatirían en Filipinas (1945).
Erupción del Paricutín (1943): Cárdenas visitó las zonas afectadas en Michoacán, coordinando ayuda para los damnificados. El pintor Dr. Atl le pidió apoyo para los pobladores, y el gobierno destinó 4,000 pesos para víveres.
Matrimonio de su hija Alicia: En 1944, Alicia Cárdenas se casó con el actor Abel Salazar, unión que duró poco pero que marcó un momento de alegría familiar en medio de la guerra.
Tragedia personal: En 1945, su hermana Margarita y el hermano del presidente, Maximino Ávila Camacho, fallecieron. Además, Amalia sufrió un aborto espontáneo, lo que sumió a la familia en duelo.
Con la derrota de Alemania (mayo 1945) y el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Japón (agosto 1945), la guerra terminó. Cárdenas, descontento con la política de Ávila Camacho (especialmente su acercamiento a la Iglesia y a grupos reaccionarios), presentó su renuncia definitiva el 31 de agosto de 1945. En sus Apuntes, reflexionó: "La democracia será un mito si no hay justicia social. Las clases privilegiadas no pueden seguir dominando."
Cárdenas dejó un ejército modernizado y una relación ambivalente con EE.UU. (aliado estratégico, pero con tensiones por soberanía). Su salida de la Secretaría marcó el inicio de una nueva etapa: se retiró a la vida privada en Michoacán, dedicándose a proyectos personales como la conservación forestal y el desarrollo regional. Sin embargo, su influencia política no desapareció: siguió siendo un símbolo de la izquierda mexicana, crítico de los excesos del nuevo régimen.
Concluyó 1945 con una reflexión sobre la "Unidad Nacional", que, según él, solo sería posible bajo un sistema socialista. Así cerraba un capítulo de su vida, pero su legado como revolucionario y estadista perduraría en la historia de México.


