Lucio Cabañas, cabecilla del Partido de los Pobres, y la población guerrerense planearon durante muchos años su enfrentamiento contra el ejército nacional con el fin de exigir derechos dignos que velaran contra las injusticias socio-políticas e los ciudadanos no sólo de la zona, sino del país en general. En Guerra en El Paraíso se encuentra plasmada la historia de estos personajes, quienes sufrieron injusticias, masacres y un dolor que hasta el lector puede experimentar. Sus capítulos bien armados describen una visión general de los hechos; por un lado, los años de los combatientes, plagados de dificultades, traiciones, enfrentamientos, maltratos y asesinatos y, por el otro, las preocupaciones y las estrategias brutales que el gobierno guerrerense y el de la nación tenían para frenar al movimiento guerrillero.
- Novela histórica que relata los acontecimientos históricos y sociales relacionados con la guerrilla en México durante la década de 1970.
- Montemayor aborda la lucha de los guerrilleros en el estado de Guerrero, examinando las complejidades de sus ideales, estrategias y las respuestas del gobierno.
- La novela proporciona una visión profunda de los personajes involucrados y las circunstancias que rodearon esta etapa denominada "La guerra sucia".
Porque yo insistí con el gobernador Abarca Alarcón cuando yo era diputado federal. Le llevé a Genaro Vázquez y le dije: «Ponlo de este lado del mostrador para que vea las cosas de otra forma». Pero no quiso hacerlo. «Es un subersivo», me dijo, «y voy a acabar con él». Falta de imaginación política, de conocimiento del valor que tiene el diálogo, el acercamiento. Genaro quería ser inspector escolar, pero no le hicieron caso.
—Senador Rubén Figueroa. Capítulo I.
Sólo se puede actuar impunemente cuando se ha perdido el respeto a la autoridad; cuando el estado deja de mantener el orden público; cuando no tan sólo se deja que tengan libre cauce las más negativas ideologías, sino que además se les permite que cosechen sus frutos negativos de odio y destrucción. Cuando se ha propiciado desde el poder, a base de declaraciones y discursos, el ataque reiterado al sector privado, sin otra finalidad que fomentar la división y el odio entre clases sociales [...] Por doquier vemos el desorden instituido que casi parece desembocar en la anarquía, se suceden los choques sangrientos; las Universidades se encuentran convertidas en tierra de nadie; se otorgan mayores garantías al delincuente común que al ciudadano pacífico que se ve sujeto a atentados dinamiteros, asaltos bancarios, destrucción y muerte [...] Urge que el gobierno cambie de rumbo. Poner un hasta aquí a quienes mediante agitaciones estériles y declaraciones oficiales injuriosas amenazan con socavar los cimientos de la Patria.
—Margáin Zozaya, en el entierro de Garza Sada. Capítulo V.
Los huevos son un buen plato, pero deben cocinarse con sesos.
—López Mateos. Capítulo VI.
El pueblo sabe que no puede confiar en el ejército [...] Los soldados entran a los poblados, detienen y torturan. Matan a los viejos, a las mujeres y hasta a los niños.
—Campesino. Capítulo VII.
¿Sabe usted que aquí [en el Campo Militar número uno] hay varias clases de detenidos? En un piso están a los que nada más se les interroga y se les incomunica. En otro piso están los que oficialmente están desaparecidos, aunque no para el ejército. O sea que ya nadie de afuera puede intervenir; sólo el ejército determina qué hacer con ellos. Pero hay celdas en otra parte, abajo, cerca de unos hornos. Sólo se está ahí con mucho calor, con una luz muy débil, como en una especie de humo. Ahí van los que considera desaparecidos el ejército mismo. Siempre hay ruido de máquinas y gritos de los presos torturados. Los soldados le llaman "el infierno". Ahí estaba yo.
—"Ranmel", guerrillero preso. Capítulo VIII.
La lucha de un pueblo es imposible de aceptar públicamente para un gobierno que se niega a creer que él mismo no es la razón del pueblo. Es una trampa de la historia. [...] Por eso, un miltar requiere claridad y fuerza para que no se desmorone como el político que no se arriesga con las armas y que no se arriesga con la imagen que quiere proyectar en la historia. Para un ejército la historia no puede ser una aventura del espíritu o la vanidad de figurar de un modo o del otro. El ejército se realiza militarmente o no sirve para nada.
Y solamente una fuerza como el ejército puede tomar una decisión así, no el presidente de la república ni el gabinete civil, porque a ellos les aterra la imagen política de semejante decisión. Y para nosotros se trata de una responsabilidad orgánica. Nuestra esencia es reestablecer la paz. Y no lo vamos a hacer con medias tintas ni con vanidades de políticos, sino con responsabilidad militar. Por eso tenemos todo el estado [de Guerrero] bajo un control real, bajo un gobierno militar, señores. Y tenemos el control de esa zona porque, de hecho, la guerra es contra esa zona.
El enemigo es sólo enemigo para un ejército. Los pueblos pueden tener razón o no, pero son el pueblo que debemos sofocar, controlar. [...] El militar tiene que asumir con valor, con decisión su papel decisivo en cada momento. A veces le toca ser invasor y represor. Un hombre que sea incapaz de asumir este papel, a riesgo de todo, no puede ser militar. En ese sentido debe ser íntegro. Porque debe ser capaz de matar y de vencer a héroes y a traidores. Enfrentar a Dios y al Diablo.
—General Rafael Escárcega. Capítulo VIII.